A MATTER OF LIFE AND DEATH
Hablar de Iron Maiden es referirse a uno de los pilares temáticos, junto con la "U" y ciertas preferencias políticas, que vinculan a los creadores de los blogs que circundan "ahoratodostusolo", desde la niñez. Ya han corrido más de 20 años esperando cada nuevo disco de la banda de "Eddie Monster", con una devoción casi religiosa, poniendo suma atención a la evolución artística y humana de la banda.
Sin embargo, difícilmente podemos esperar hoy algo verdaderamente novedoso, de cara al lanzamiento de una nueva placa de Maiden. "The Number of the Beast" pareció un LP creado por una banda distinta de la que grabó "Killers". "Somewhere in Time" también fue radicalmente distinto a "Powerslave". La Bestia del nuevo milenio, sin embargo, no pretende sorprendernos con ningún tipo de evolución: "Brave New World", "Dance of Death" y "A Matter of Life and Death", bien podrían ser partes de un solo disco triple, en el que el sello distintivo respecto del siglo pasado es sin duda la notable interacción de tres guitarras solistas que generan el sonido de un solo instrumento sobrenatural que repleta todo el ambiente del más puro heavy metal.
“Diffrent World” abre el disco con entusiastas acordes y una lírica relativista y democrática, sin una aparatosa introducción. El riff inicial nos insinúa la idea que se pretende desarrollar en 4.17 minutos, incluyendo un coro cercano al Pop y la casi sagrada zona de solos de guitarra entregada a los consagrados. ¿Podrían sorprendernos después de todo este tiempo? El track cumple una función básica: garantizarnos que Maiden está tan lejos de mutar como de morir.
“These Colours don´t Run” comienza con un delicado letargo en cuerdas, para luego sumergirnos en el sonido más tradicional de los británicos. Particularmente recurrente en Maiden del siglo XXI es el quiebre rítmico entre dinámicas estrofas introductorias y un coro más cadencioso y marcado. Las voces profundas y apocalípticas de la coda, las venimos escuchando desde “Heaven can Wait”.
“Brighter than a thounsand Suns” es la más progresiva y compleja en los arreglos. Sin embargo, a estas alturas cualquier tema referente a la amenaza nuclear parece cliché. “The Pilgrim” nos permite escapar del denso ambiente de “Brighter...” y nos muestra a Bruce Dickinson como en sus mejores tiempos. En “The Longest Day” nos arremete una batería poderosísima, sin ser vertiginosa. Quizás es Mc Brian quien ha avanzado más en su camino propio. “Out of the shadows” golpea desde el comienzo, es, a mi juicio uno de los mejores temas del disco, alternando lo melódico con explosiones de rock pesado.
“The Reincarnation of Benjamin Breeg” es manifestación certera del para nada prolífico talento creativo de Dave Murray: Un tema obscuro y cargado de misticismo. “For the Greater Good of God”, es el tema más extenso (9.24) más variado en recursos y más elaborado del disco. Una joya llena de cambios de ritmo y de cuestionamientos sobre la incertidumbre humana frente a lo esencial. “Lord of Ligth” parece en principio una canción soft-metal, pero, tras un segundo de silencio, Harris y sus muchachos nos bombardean con lo más pesado del disco. Recordé las palabras de un amigo de mi compadre que preveía angustiado que tras la sutil introducción de “Murders in the Rue Morgue” venía algo tremendamente ruidoso. En la misma lógica, “The Legacy” nace con suaves notas en cuerdas y voz que evocan música popular renacentista (llámenme loco, pero me acordé de “Green sleeve”) que dan paso a melodías sofisticadas y poderosas en el marco de un cierre épico. Digno de una gran banda.
Sin duda no será recordado como su mejor disco, pero tampoco como el peor. Es lo que hay. Up the Irons!
Roberto.